Las partidas, repentinas, inesperadas, dolorosas dejan un sabor de nostalgia por el tiempo que no se compartió plenamente, priorizando lo cotidiano por lo trascendente.
El sabor se acentúa aún más cuando sabemos que todavía no es el tiempo de emprender el vuelo eterno (¿Cuál es el tiempo de emprender este vuelo, en realidad?). Nos queda la certeza de lo perecedero de la existencia y de todo lo que le rodea. Por eso anhelamos la presencia de lo sobrenatural que nos entregue algún bálsamo para el alma o espíritu que deja el cuerpo.
¿Dónde van nuestras súplicas, peticiones y rogativas para que los deseos de vida real se cumplan?
¿Cómo nos reconfortamos al ver que seres maravillosos abandonan rápidamente la vida y se alejan de nuestro lado?
¿Qué explicación es válida para entender que una hermosa niña se aleje de la vida terrena y que un hombre querido por todos los que le conocen, sean atacados por mortales microrganismos?
Quizás varias, quizá una, sin embargo el dolor oculta las respuestas.
Será el tiempo quien logre entregar racionales respuestas que mitiguen, en parte, la tristeza por las ausencias irreparables.
Queridos:
Milena y Jorge, están en mi dolorido corazón.
Chely, me emociona lo que escribes. Porqué la Chely que tiene tanta fuerza para compartir sus dudas frente a la partida de quienes amamos no la había leído con la calma y profundidad que mereces tus letras.
Gracias por escribirlas, nos interpretas.
Y veo que hay una veta literaria oculta que no había apreciado.